jueves, 20 de noviembre de 2014

Que paren España que yo me bajo

Así de claro, me bajo del vagón.
Me da vergüenza decir de dónde vengo.
Os aviso ya, que posiblemente hiera sensibilidades, cosa que entiendo y respeto. Por eso mismo me creo en potestad de pedir que la mía se entienda y se respete también.
Me da vergüenza ver como hijos bien formados se despiden de sus padres para irse a otro país a poder desarrollar su actividad.
Me da vergüenza que gente enferma se vea obligada a pagarse un tratamiento que les puede dar la vida, quitándosela en este caso.
Me da vergüenza trabajar en un comedor escolar y que se me desmaye un niño por desnutrición a las dos de la tarde, y a otro se lo tenga que llevar una ambulancia porque tiene asma y su madre no le ha podido conseguir el ventolín a tiempo. Ambos son hermanos.
Me da vergüenza que contraten a discapacitados para trabajar como capacitados y cobren como discapacitados.
Me da vergüenza que nos traten como burros a los que ponen la zanahoria fija delante de los ojos para llevarnos por donde ellos quieren.
Y me da igual derechas, izquierdas, monarquías, repúblicas…que quede claro.
Pero me jode soberanamente que se llenen los bolsillos alegando que ellos son los reyes del mambo, que inventen formas de robar que no saben ni los ladrones profesionales.
Que tengamos que ser nosotros mismos, lo que entre nosotros nos ayudemos, porque los representantes del pueblo no dan ni un puto duro por nosotros.
Y critican a las formaciones nuevas que salen para, según ellos, ayudarnos a prosperar. Que igual no lo hacen ni bien ni mal ni todo lo contrario, pero claro, aquí da miedo todo aquello que se sale de lo estipulado en ese supuesto acuerdo que aprobó nuestra bendita, amada, respetada, y blablablá...Constitución.
Y tenemos lo que queremos.
Y la culpa es de las mayorías absolutas que le dan el poder a un solo partido de hacer lo que le salga del maletín, porque no necesitan a nadie más.
Que a la gente se la suda la independencia, el Íbex 35, la prima de riesgo, la Troika, Europa y la madre que los parió a todos.
La gente queremos trabajar, poder ganarnos la vida, ya no pedimos ni siquiera que nos gusten nuestros trabajos, ni tener el fin de semana libre, ni elegimos el tipo de jornada.
Poder sobrevivir, por dios, tener un techo donde encerrarnos sin molestar a nadie y sin que nos molesten, no pasar hambre ni ver que nuestros seres queridos la pasan. 
Nada de pan con pan y nos imaginamos lo que hay dentro.
Eso también se refleja en la Constitución. Esa que se aprobó con el acuerdo de todo el Parlamento y no se puede cambiar porque no les sale del rabo.
Ellos tienen derechos, nosotros obligaciones.
Esas son las familias reales, las que luchan por sobrevivir, y no la que todos conocemos por Familia Real, que para mí no es más que una familia de cuentistas, que han ido naciendo de higos reales y pasándose la coronita de cabeza en cabeza, creyéndose impunes para robarnos lo que les ha dado la gana. 
No se lo creen, es que lo son, joder.
Que viva el Despotismo Ilustrado (finales del siglo XVIII):
Tout pour le peuple, rien par le peuple (Todo para el pueblo, pero sin el pueblo).



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