...has sido tú
El amor de mi vida
sigues siendo tú.
Hice míos tus
gestos,
tu risa y tu voz...
Vale, es una canción de Camilo Sesto.
La canción más bonita que he oído de todas
las que hablan de amor.
Dicen que en la ciudad del amor, enamorarse es lo más importante.
Dicen que en la ciudad del amor, enamorarse es lo más importante.
¿El amor? El amor es lo más bonito y lo más
jodido que te puede pasar en la vida.
El amor no hay buscarlo, ni forzarlo. Hay
muchos tipos de amor.
El amor lo encuentras en una taza de café, en
una ola de la playa, en un atardecer, en un amanecer, en una mirada, en tu
plato favorito, en tu mascota, en un bolso bonito, en el sofá con una manta por
encima y una peli bonita...
Después está el amor platónico. Y el amor
entre las personas.
Mi amor platónico por excelencia, el que me
ha hecho suspirar desde que era una cría, reír y llorar por su culpa: Pablito
Aimar. Pregúntame cualquier dato sobre su vida, que yo te lo sabré contar.
Y el amor entre las personas...creo que hay
diferentes tipos de amor también para el amor entre las personas.
Yo doy amor a mis padres, a mis hermanos, a
mis abuelos, a mis amigos, a mis alumnas...y lo recibo de igual modo.
Pero también tengo otro tipo de amor. El
amor de verdad. Ése que es fuerte, que no todo el mundo conoce, que a veces
parece romperse pero sólo se quiebra por un rato.
Y así termina la introducción de la entrada
de hoy que habla, precisamente, del amor de mi vida.
Él es un ser maravilloso, con sus miles de
cosas malas y sus millones de cosas buenas, como yo. Con sus manías y sus
costumbres, como yo. Con su cabezonería, como yo.
A veces pienso que, desde que nacimos,
hemos estado predestinados el uno para el otro. Porqué sí, yo creo en el
destino profundamente. Los hay que creen en un tal dios y nadie (o casi nadie)
se ríe de ellos.
Yo creo que cada persona es un libro.Un
libro que empieza el día en que nacemos, y todo lo que nos pasa al o largo de
nuestras vidas es simplemente aquello que está escrito en ese libro.
Nuestros libros tenían una página reservada
para el otro. En su página ponía mi nombre, y en la mía el suyo.
Hemos hecho vidas paralelas pero muy
juntas, aunque no nos dábamos cuenta. Amigos en común, colegio en común,
opiniones en común, gustos en común…
Nunca lo tuvimos fácil.
Dos moniatos, de 16 y 18 años, contra casi
todo el mundo. Contra casi todas las circunstancias. Los dos.
Y es que para mí, lo bonito del amor es
eso, conseguir que las dos personas que forman una relación se conviertan en
uno. Y yo lo he conseguido con ÉL.
Pero no os confundáis, el amor no siempre
es bonito. Ni fácil.
Hay veces en las que todo está negro, y la
claridad con la que normalmente piensas, de repente ha desaparecido.
Surgen discusiones, más discusiones de las
que querrías en un espacio muy corto de tiempo. Y hay veces en la que cuando
mejor te crees que está tu relación, la otra parte siente justo lo contrario…
Y entras en una vorágine de pensamientos,
inseguridades, te sientes una inútil porque cuanto más te esfuerzas en hacer
las cosas bien, peor te sale todo…
Y entonces te planteas, mogollón de veces,
si realmente eres tú la persona que ÉL merece.
Pero algo te dice que sí, que sí lo eres.
Su cara cuando te mira, la forma de cuidarte, de quererte.
Y así lo siento yo.
Tampoco os preocupéis si no tenéis
demasiadas cosas en común. Tenéis la más importante; os queréis.
ÉL es un apasionado de la fotografía, la
informática, le gustan cosas que yo detesto, o simplemente se me dan fatal.
Necesita tenerlo todo bajo control, saber qué hacer y cuándo, cómo y por qué
hacerlo.
Yo me vuelvo loca por los niños y todo el
mundo de la educación, me chupo todos los programas de decoración, me encanta
improvisar, dejar que las cosas salgan solas…
¿Y? Nos queremos. Y como nos queremos,
encontramos cosas que nos gusten a los dos. Las tardes en las que cada uno hace
lo suyo pero en la misma habitación también son guays.
Tú puedes montar un power point para una
escuela de padres sobre el destete mientras él formatea un ordenador. De vez en
cuando levantáis la mirada y os quedáis mirando. Eso es amor.
El amor no es que os guste lo mismo,
penséis lo mismo, odiéis lo mismo…eso es aburrido.
Discutir es sano, y reconciliarse, si se
puede hacer en condiciones, lo es aún más.
El amor no es estar a todas horas diciendo
cuánto lo queréis, y después no estar o estar de malas maneras en los momentos
más importantes de su vida.
El amor son
mensajes, llamadas, visitas inesperadas, una nota bajo la almohada, una mirada
cómplice en casa de tus suegros, discusiones, una piruleta con forma de
corazón, un “avísame cuando llegues”, un “no te preocupes, yo me ocupo de eso,
tu descansa”.
El amor es muchas cosas, y muchas otras no
lo son.
El amor es lo que tú quieras que sea.
Yo lo he encontrado, es el mío, el de esta
vida y el de todas las vidas que me esperan (sí, también creo en la
reencarnación. Los hay que creen en la resurrección de la carne y todos lo ven
normal).
Decir te quiero está infravalorado.
Tanto, que si lo dices mucho, pierde su
sentido especial. Odio a la gente que a la mínima ya dice te quiero. Pero a
todo el mundo; amigos, vecinos...para mí esas dos palabras son como desnudarme,
y no todo el mundo es digno de escucharlas. Para mí esa frase es muy muy
importante, y cuando la escribo (porque la escribo más de lo que la digo), es
porque me sale íntegramente del corazón. Y si se dice de verdad, un te quiero
engloba toda una historia.
Así que, al amor de mi vida,
te quiero.
¡Aquí me encontraréis!
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