lunes, 24 de noviembre de 2014

Aquellos años locos

Allá por el 2006 acabando 4ª de E.S.O., harta de un colegio represivo, en el que obligaban a sus alumnas a llevar hasta el coletero del color del uniforme, en el que decir lo que pensabas era falta grave si no coincidía con el criterio del profesor, en el que contaba más la actitud que el expediente académico, harta de un grupo de amigas en el que todo era falsedad, en el que hoy eras la mejor y mañana todas te criticaban a través de cartitas que se escribían las unas a las otras (ya si eso os lo cuento otro día, que tuvo mucha guasa el asunto, y nunca he hablado con nadie de él), decidí que en mi vida sólo había dos caminos; irme de ese pozo negro lleno de mierda en el que todo se arreglaba rezando o dando una generosa aportación a la fundación del colegio, o directamente dejar de estudiar.
Así que me armé de valor y lo dije en casa, dejándolos a todos en shock.
La aplicada y estudiosa niña buena de la familia, la que nunca había llevado la contraria a sus padres en nada, se revelaba, quería dejar de estudiar.
Sólo una persona supo entender que lo que yo necesitaba era volar rumbo a otro lugar en el que se me respetara como persona y estudiante. Y poniéndome en contra incluso a la directora del colegio (que por cierto me dejó bien claro que si me iba, no me molestara ni siquiera en llevar a mis hijos ahí, porque no iba a ser aceptados, a lo que yo contesté que si no los aceptaban me harían un favor), un día de junio marché, sin despedirme de nadie, excepto de mi mejor amigo por aquél entonces (bueno, también me hacía tilín).

Y llegó septiembre y allí estaba yo, en un cole nuevo donde no conocía a casi nadie, sólo a un amigo con el que no hablaba demasiado, a un primo que resulta que ahora iba a estar en mi clase, y a lo que en la adolescencia llamamos ex, pero que realmente sólo es el chico con el que te has dado un par de besos una noche de fallas y los dos días siguientes…eso también para otro día.
La acogida fue extraordinaria, y antes de un mes yo ya era una más.
Joder, bendita diferencia. Aquí pude ser yo misma, decir lo que pensaba, la gente de clase eran majos, conocí a mi mejor amiga desde entonces (y para siempre), daba igual si un fin de semana te apetecía salir con unos o con otros, el lunes siguiente no te lo iban a echar en cara.
En mi grupito éramos 6 ó 7. 6 ó 7 que siempre teníamos algo que hacer; comida en la cañada, merienda en Plantaciones, tarde de cine, comida en el Servips…todos nos sabíamos la vida del resto, y todos hablábamos en total confianza. Vamos que cuando criticábamos era con cariño, y sin cartitas de por medio.
Fueron dos años de muchas aventuras, vivencias nuevas, gente nueva, a la que por fin, pude llamar amigos.
Tan amigos éramos que conforme el curso avanzaba y la gente se iba quedando fuera y cada vez la clase se iba quedando más vacía, nadie quería ocupar sus sillas porque de esa manera siempre iban a estar con nosotros.
Aquéllos fueron sin duda, los dos mejores años de mi vida en ese aspecto.
Todas las semanas había algo nuevo; ésta se ha liado con tal, aquéllos rompieron este finde, hemos quedado para pasar el día en tal sitio, te apuesto una cena a que éstos no duran ni un mes, mira a ver ésta que del ciego que lleva cree que Colón le está guiñando un ojo…(es una historia muy larga). Que castigaban a uno? Ahí estábamos el resto en su casa haciéndole compañía.
Pero las cosas acaban, y en 2008, los 11 de 23 que nos habíamos quedado, nos graduamos en Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales. En una ceremonia laaarga y aburrida oficiada por el cura del cole, que como es argentino, cada vez que hablaba te ibas quedando más relajada y casi nos dormimos…pero eh, que fue muy bonita.
Y nos volvimos a juntar. Y ya no era lo mismo. El cariño seguía estando, pero no teníamos tantas cosas de las que hablar, y ese es el principio del fin de cualquier tipo de relación humana.
Ahora, 6 años después, están los que se han casado con la ex de su mejor amigo, los que ya tienen dos bebés, los que han elegido caminos turbios, los que viven fuera…
Pero también están los que siguen acordándose de tu cumpleaños, los que organizan cenas para intentar reunirnos…
Pero jamás volverá a ser lo mismo.
Y creo que así está bien. Las cosas no deben forzarse. Cada uno ha elegido la forma en la que quiere vivir su vida, y todos nos hemos distanciado.
Pero todos tenemos esos dos años en nuestras vidas, y ninguno podemos ni queremos borrarlos.
Aunque ya no tengamos nada que ver los unos con los otros, estoy segura de que todos recuerdan con el mismo cariño que yo,
aquellos años locos.


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