…¿dulce Navidad? Sí, otra cosa no, pero dulces sí.
Polvorones, turrones, pastissets de
patacat, mazapanes, pralinés…bah qué asco.
Bueno, la frase real más repetida esos días es qué puto asco.
Ya no se puede ir ni a consum ni a mercadona…está todo
repleto de turrones, polvorones, de Navidad. ¡A mes y pico de distancia! Como
si no tuviéramos bastante con esos días…
En mi casa odiamos la Navidad. Pero no la Navidad en sí,
sino toda la parafernalia que la envuelve. En mi casa nunca hemos tenido una feliz navidad. Todo lo malo nos ha pasado en Navidad, y no tengo ningún buen recuerdo de mis navidades con 24 años que tengo. Todas han sido una caca.
Yo personalmente odio el espumillón, me da ganas de
estornudar. El Belén… un mes ocupando una repisa llena de muñecos feos de la
hostia ahí, cogiendo polvo. La granja de Pin y Pon quedaba más bonita sobre la
estantería de mi habitación cuando era pequeña.
¿Y el árbol? Ese trozo de plástico verde lleno de bolas
colgando a lo pendientes de Karmele Marchante. Los hay que llevan luces
parpadeantes, a lo club de carretera o farmacia de guardia.
El día de Navidad nadie está triste. Nadie llora ni hay
enfermos ni muere nadie. Y una mierda.
El día de Navidad está lleno de mesas rodeadas de gente que
no se soporta, que no se quiere, hinchándose los estómagos de cosas que ni
siquiera le sientan bien, para no destacar.
Nada, que por mucho que quieras evitarlo, siempre acabas ahí
sentada. Otro año sin esa esperada gripe que te hace permanecer en la cama con
cuarenta (de fiebre, por dios) mientras todos comen y hablan de temas tan
triviales como las futuras bodas, lo bien que le va a uno, lo mayor que se ha
hecho el otro, lo malito que está aquél al que siempre le pasan todos los
milagros, lo gordo que está ese, o lo amargado que está nosequién.
Lo mejor es cuando la política económica de la que todos
entienden sale a relucir. Se arregla el mundo en un plis, oye.
A un lado del cuadrilátero, los de derechas. A la otra
esquina, los de izquierdas.
¡FIGHT!
Y mientras, ese cuadro se ve como si fuera una película, y
estuvieras en cuerpo, pero no en alma.
Cuando pasan los días y tienes la cabeza como un bombo de
tanto villancico (algún día si queréis hablamos sobre lo absurdo de los
villancicos), llega la noche de reyes.
Ésa noche ha pasado de ser la más emocionante a la más
triste de tu vida.
Cuando eres pequeño, sólo puedes pensar en si habrás
cumplido las expectativas de los ese ese eme eme erre erre de Oriente (o Sus
Magestades los Reyes Magos de Oriente) y al final caerá la barbi o el balón del
mundial, o el diseña la moda.
Pero cuando creces, sólo puedes pensar en aquéllos que
mañana se levantarán sin ni siquiera algo para comer. Aunque se hayan portado
muy bien.
Ah no, espera, que en Navidad nadie pasa hambre, es todo
felicidad, amor, música y purpurina.
La gente gasta lo que no tiene para llenar las mesas, para
ver si se come más en su casa que en la de la vecina.
¡Vale ya coño! Yo también celebro todos los años mi
cumpleaños y no me la lían tanto como al tío este.
¡Aquí me encontraréis!
No hay comentarios:
Publicar un comentario