jueves, 1 de enero de 2015

Segunda temporada: el retorno


De verdad que necesitaba unas vacaciones.
Necesitaba un tiempo de dispersión, sin tener que ocuparme demasiado de nada. Pero, ironías de la vida, he acabado haciendo justo lo contrario durante todo este tiempo. Algo así como unas vacaciones de mí misma, que se han tornado en tener que estar más pendiente de mí de lo normal.

Son cosas que pasan si tú, y casi todo tu entorno, dejáis tus preocupaciones y necesidades en último lugar, que el cuerpo reclama lo que es suyo, y avisa. Avisa de la forma menos oportuna y adecuada, para ver si reaccionas y piensas un poquito más en ti.
Porque no me gusta que nadie me alabe, pero también necesito que alguien cuide de mí, porque mi cuerpo y mi cabeza me recuerdan que todo tiene un tope, y que no soy un muro de hormigón armado.
Me afecta cada gesto, palabra, mirada, comportamiento, de la gente que me rodea, sea para bien, o para mal.

Y aunque he estado muchas veces a punto, esta vez sobrepasé el límite, y necesité cuidarme. 
Odio reconocer que necesito ayuda, pero lo cierto es que si no demuestro que la necesito, ella por sí sola nunca hubiese llegado. Quizá sea porque en toda esta vida jamás la tuve, y al final estuve un largo período en que de verdad no la necesitaba.

Pero ya cambié el chip, y mi cuerpo ya no va a necesitar avisarme más ni llamarme la atención, porque a partir de ahora va a tener la atención que necesita, y si es posible, un poquito más, porque también se lo merece.
Porque si algo bueno tiene pasarse una parte de mi vida pendiente de los demás, es que ahora estoy en mi pleno derecho (y casi en la obligación), de pasarme la otra parte que me queda pendiente de mi misma, y de lo que tiene que venir detrás de mí, no de lo que hay delante.


Estos fueron los verdaderos motivos por los que el pasado 15 de diciembre decidí parar un poco y aprender a delegar en algunas cosas, para tener más tiempo para mí.
Demasiados sobresaltos repartidos en muy pocos meses. Tocaba descansar, y aunque no lo conseguí, aprendí a pedir ayuda, y a saber recibirla, que tampoco es nada fácil para una persona como yo.

Las navidades tampoco fueron fáciles, ni bonitas. Me repatea tener que tragarme a gente que ni he tragado nunca, ni pienso empezar a tragar ahora, simplemente para hacer feliz a alguien que jamás procuró hacerme feliz a mí. Pero os juro que este año ha sido el último.
Ahora ya, con el año nuevo, espero no cumplir con ninguno de los propósitos que tenía para este momento, para seguir con la tradición, y os prometo seguir con este blog para que todos pasemos un ratito bueno, yo cuando escribo y vosotros cuando me leéis. Volvemos a la carga con más cosas que nunca dijimos, pero sí escribimos.

Y os diré que no os hagáis los héroes, que al final, son muy pocos los que os lo van a agradecer.
Que en vuestro entorno aprendan a vivir sin vuestro apoyo y calor constante, porque luego los sofocos, os toca aguantarlos y sufrirlos a vosotros.
El cuerpo aguanta aguanta hasta que al final revienta, y no es para nada una situación agradable. Pedid ayuda, a la persona en la que más confiéis, no esperéis que llegue sola, porque si os cerráis y no dejáis que nadie vea que estáis mal, nadie sabrá que necesitáis mimitos, cuidados y comprensión.

Y no desesperéis, en realidad sí se puede respirar, es cuestión de creérselo, y sí tenéis un suelo que os sujeta, nunca se cae.

Que no estáis sol@s, siempre siempre hay alguien dispuesto a ayudaros, aunque la mayoría de las veces nuestra cabeza no nos deje verlo.

Deseo que tod@s empecéis este 2015 con ganas e ilusión.
Nos leemos como siempre, ¡hasta mañana!




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