De verdad
que necesitaba unas vacaciones.
Necesitaba un tiempo de dispersión, sin tener
que ocuparme demasiado de nada. Pero, ironías de la vida, he acabado haciendo
justo lo contrario durante todo este tiempo. Algo así como unas vacaciones de mí
misma, que se han tornado en tener que estar más pendiente de mí de lo normal.
Son cosas
que pasan si tú, y casi todo tu entorno, dejáis tus preocupaciones y
necesidades en último lugar, que el cuerpo reclama lo que es suyo, y avisa.
Avisa de la forma menos oportuna y adecuada, para ver si reaccionas y piensas
un poquito más en ti.
Porque no
me gusta que nadie me alabe, pero también necesito que alguien cuide de mí,
porque mi cuerpo y mi cabeza me recuerdan que todo tiene un tope, y que no soy
un muro de hormigón armado.
Me afecta
cada gesto, palabra, mirada, comportamiento, de la gente que me rodea, sea para
bien, o para mal.
Y aunque he
estado muchas veces a punto, esta vez sobrepasé el límite, y necesité cuidarme.
Odio reconocer que necesito ayuda, pero lo cierto es que si no
demuestro que la necesito, ella por sí sola nunca hubiese llegado. Quizá sea
porque en toda esta vida jamás la tuve, y al final estuve un largo período en
que de verdad no la necesitaba.
Pero ya
cambié el chip, y mi cuerpo ya no va a necesitar avisarme más ni llamarme la
atención, porque a partir de ahora va a tener la atención que necesita, y si es
posible, un poquito más, porque también se lo merece.
Porque si
algo bueno tiene pasarse una parte de mi vida pendiente de los demás, es que
ahora estoy en mi pleno derecho (y casi en la obligación), de pasarme la otra
parte que me queda pendiente de mi misma, y de lo que tiene que venir detrás de
mí, no de lo que hay delante.
Estos
fueron los verdaderos motivos por los que el pasado 15 de diciembre decidí parar
un poco y aprender a delegar en algunas cosas, para tener más tiempo para mí.
Demasiados
sobresaltos repartidos en muy pocos meses. Tocaba descansar, y aunque no lo
conseguí, aprendí a pedir ayuda, y a saber recibirla, que tampoco es nada fácil
para una persona como yo.
Las
navidades tampoco fueron fáciles, ni bonitas. Me repatea tener que tragarme a
gente que ni he tragado nunca, ni pienso empezar a tragar ahora, simplemente
para hacer feliz a alguien que jamás procuró hacerme feliz a mí. Pero os juro
que este año ha sido el último.
Ahora ya,
con el año nuevo, espero no cumplir con ninguno de los propósitos que tenía
para este momento, para seguir con la tradición, y os prometo seguir con este
blog para que todos pasemos un ratito bueno, yo cuando escribo y vosotros
cuando me leéis. Volvemos a la carga con más cosas que nunca dijimos, pero sí
escribimos.
Y os diré
que no os hagáis los héroes, que al final, son muy pocos los que os lo van a
agradecer.
Que en vuestro entorno aprendan a vivir sin vuestro apoyo y calor
constante, porque luego los sofocos, os toca aguantarlos y sufrirlos a
vosotros.
El cuerpo
aguanta aguanta hasta que al final revienta, y no es para nada una situación
agradable. Pedid ayuda, a la persona en la que más confiéis, no esperéis que
llegue sola, porque si os cerráis y no dejáis que nadie vea que estáis mal,
nadie sabrá que necesitáis mimitos, cuidados y comprensión.
Y no
desesperéis, en realidad sí se puede respirar, es cuestión de creérselo, y sí
tenéis un suelo que os sujeta, nunca se cae.
Que no
estáis sol@s, siempre siempre hay alguien dispuesto a ayudaros, aunque la
mayoría de las veces nuestra cabeza no nos deje verlo.
Deseo que
tod@s empecéis este 2015 con ganas e ilusión.
Nos leemos
como siempre, ¡hasta mañana!
¡Aquí me encontraréis!
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